Lira porteña n° 07

¿Quién es el niño del trompo?

Por Javiera Cádiz Pinares

Recuerdo una visita en el Museo Universitario del Grabado, donde en medio del recorrido nos detuvimos a conversar sobre la obra de Carlos Hermosilla, “El niño del trompo”. Entre los asistentes, se generó un intenso debate sobre quién había sido retratado en aquella obra. Entre las tantas teorías, se llegó a especular que era el propio Hermosilla quien se había autorretratado en aquel grabado. Aquella experiencia cautivó mi atención respecto a la subjetividad.

En términos sencillos, la subjetividad podría entenderse como el lugar desde donde se habla, se actúa y se siente. Sin embargo, es un concepto mucho más amplio que quisiera desglosar a continuación. Este escrito se basa en el artículo “La subjetividad a debate” de la investigadora mexicana del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Alejandra Aquino.

En primer término, es posible conceptualizar las subjetividades desde los estudios de antropología social, donde se entiende como “el conjunto de modos de percepción, afecto, pensamiento, deseo y temor que anima a los sujetos actuantes” (Aquino, 2013, pág. 273) Es decir, desde la antropología, se puede entender la subjetividad como un proceso que le da sentido al mundo y brinda la posibilidad de comprender las conductas humanas. Por lo tanto, el sujeto no solo actúa como un agente transformador en este sistema, sino también como un productor de significado que está inserto en un mundo social en constante cambio.

En segundo término, la subjetividad también puede ser vista desde la óptica de los estudios culturales, donde está íntimamente ligada a la experiencia, la cual se relaciona con la significación e interpretación de las vivencias personales. Es decir, la subjetividad tiene relación con los puntos de vista desde los cuales el sujeto experimenta el mundo. Por tanto, se encuentra desigualmente distribuida debido a que es un valor epistemológico contextualmente producido.

En tercer término, se encuentran las definiciones que surgen desde la sociología y que están relacionadas, por una parte, con los diversos movimientos sociales y, por otra parte, con las conductas adquiridas por el sujeto en un contexto social. Desde el punto de vista de los movimientos sociales, Alain Touraine, sociólogo francés, postula que las subjetividades, inscritas en las sociedades hipermodernas, provienen del desgarramiento que se produce entre la fricción del mercado y la comunidad. Esto da como resultado un sujeto que desea ser actor de su propia historia, pero que se encuentra subordinado al sufrimiento y a la pérdida de individualización de las sociedades hipermodernas.

Desde el punto de vista de las conductas, el sociólogo francés Pierre Bourdieu postula que las subjetividades no son un reflejo de la existencia de los sujetos, sino que están relacionadas con el sistema de estructuras sociales en las cuales han sido formados, a las que él denomina “habitus”. En definitiva, este autor postula que las subjetividades, más que ser el resultado de un proceso individual, son el resultado de las estructuras en las cuales se forman los individuos. Esta idea de Bourdieu también se ha llevado al campo de la estética y el capital cultural, el cual se define como una herencia que se transmite a través de la socialización.

Finalmente, las subjetividades también pueden ser estudiadas desde el punto de vista del arte y de la apreciación estética. Desde la perspectiva de la interpretación de una obra de arte, es claro que al desarrollar el ejercicio se “proyectan ideas y valores de la sociedad en la que se inscribe. La interpretación no ‘demuestra’ lo que ‘es’ o lo que ‘significa’ una obra de arte, sino que se entiende y explica como forma de conocimiento local” (Olaiz, 2010, pág. 5). Es por eso que los objetos pueden adquirir distintos y nuevos significados, logrando no solo prácticas que permiten crear y recrear una obra, sino también dar cuenta de cómo, a través del arte y las experiencias de vida de los espectadores, es posible “revelar las desigualdades, invisibilidades y relaciones de poder que están inscritas en las estructuras institucionales” (Olaiz, 2010, pág. 6)

En suma, la subjetividad se visualiza como un concepto transversal entre la memoria, las ciencias sociales y las artes, debido a que estas se materializan desde un sujeto complejo que produce significados, construye conocimiento y se sitúa a sí mismo en el centro del relato. El sujeto se autoconstruye, pero esa creación siempre estará ligada a una estructura y a otros que ayudan a co-construir el mundo que le rodea. Esto, en gran medida, es la inmensa posibilidad que abren los espacios culturales como los museos. En una misma visita se obtienen múltiples visiones de la realidad, igualmente válidas, interesantes y cargadas de una fuerte emocionalidad que nos define como seres humanos sensibles frente a la creación artística.

Referencias

Aquino, A. (2013). La subjetividad al debate. Sociológica, 259-278.

Olaiz, I. (2010). Subjetividad en las prácticas de interpretación del arte. Revista Iberoamericana de Educación, 1-9.



Carlos Hermosilla, El niño del trompo. Xilográfia, 56 x 42,8 cm., c.1970

Javiera Cádiz Pinares

Gestora Cultural y Magíster en Arte. Actualmente coordina el área editorial MUG y también es académica del Magíster en Arte de la Universidad de Playa Ancha. Sus campos de investigación se centran en museología y mediación cultural, y tiene una amplia experiencia en la gestión de proyectos culturales.