Lira porteña n° 30
El arte de incidir: algunos apuntes sobre grabado y enseñanza
Por Renata Sagredo Osorio
El 15 de julio se celebra a nivel mundial el día del Grabado, conmemorando el natalicio de Rembrandt van Rijn, grabador y pintor neerlandés nacido a comienzos del siglo XVII, quien con sus exquisitas calcografías sentó las bases de lo que hoy concebimos como estampa moderna. Con una soltura inusitada, Rembrandt removió la producción de estampas al crear con ligereza y una gestualidad propia del dibujo realizado con un punzón o estilete, liberando el trazo mecánico y sistematizado del buril, que hasta entonces caracterizaba el lenguaje del grabado.
Esta efeméride podría tener una infinidad de fechas, podríamos por ejemplo, rememorar cada 5 de abril a Diana Mantuana, artista del renacimiento italiano y conocida como una de las mujeres pioneras del grabado. O quizá, situándonos en el territorio nacional, conmemorar cada 18 de octubre el natalicio de Carlos Hermosilla Álvarez, trabajador incansable de la estampa. Pero dejando a un lado lo arbitraria de esta fecha, queda de manifiesto que se hace necesario encontrar un día para celebrar este oficio.
Celebrar tanto el grabado en su milenaria insistencia, desde la incisión más primitiva en piedras o cerámicas, en el estarcido de manos en cuevas neolíticas, pasando por el grabado como transmisión y revolución de las ideas, llegando al grabado como práctica artística. Por otro lado, la celebración de la comunidad del grabado: personas dedicadas a la construcción de imágenes, a la edición de estampas, a la gestión de espacios y talleres, a quienes investigan, registran y difunden el patrimonio impreso, y por último –y en quienes me quiero detener en este breve escrito– a las personas que enseñan el grabado.
La naturaleza dual de grabadores/enseñantes es habitual. El recién mentado Rembrandt a la edad de 22 años ya recibía en su taller a unos cuantos aprendices, con quienes compartía su casa y estudio. Cabría pensar si la enseñanza es incluso inherente al grabado: quien practica este hacer puede que se dedique actualmente a la docencia de manera particular en su taller, o en otras instituciones o espacios académicos o no académicos. Si no realiza clases regulares, es probable que en algún momento de su trayectoria haya realizado una clase o demostración de sus procedimientos, quizá en el marco de una exposición, o invitado a realizar una intervención en el espacio público, como actividad para infancias o personas de tercera edad, y tantos otros ejemplos que con frecuencia aparecen.
Esta enseñanza está situada, se da en talleres, en escuelas, en universidades, en museos, en espacios culturales,
comunitarios. Son instancias que han sabido sobrevivir a la era de internet, donde a pesar de haber una infinidad de material disponible con las instrucciones para realizar cualquier tipo de técnica de impresión, consejos para la práctica, reseñas –muy útiles por lo demás–, sigue dándose una significativa vigencia de la experiencia presencial. Que, a mí modo de ver, trasciende el equipamiento del taller, como la necesidad de prensas o herramientas específicas, más bien, tiene relación con aquella dinámica de relaciones y modos colectivos que dentro de un taller suceden.
¿Existe entonces, como ya se ha planteado en la historiografía del grabado local, no sólo una pasión del grabado, sino también una pasión de enseñarlo¹? ¿Cuál es la singularidad de esta práctica donde se vuelve tan relevante el proceso de compartir ese saber/hacer?
Podría ser interesante pensar la importancia que supone lo pedagógico para las y los grabadores. En el relato de sus trayectorias es frecuente la referencia a sus maestras/os, a sus referentes y colegas que acompañaron su formación. Y muy probablemente lo siguen haciendo, dada la multiplicidad de técnicas y sub técnicas que posee esta disciplina, la propia concepción de quien realiza grabados es también la de una constante apertura a nuevos saberes/haceres. Este juego entre experticia en una técnica y ser aprendiz en otra, es una muestra de la concepción dinámica del aprendizaje del grabado, en permanente construcción. Y podría ser, que la capacidad de enseñar una práctica, tenga que ver con ese nivel de profundización, que reafirma un conocimiento, lo expande y lo pone en comunión.
Me refiero a un saber/hacer, porque el grabado tiene un sinfín de procesos que no sólo comprometen al intelecto, sino que están encarnados en una manualidad. Y una manualidad también expandida a los sentidos; la tinta se escucha, se huele; el papel se palpa, se observa a contraluz, se sumerge. Es aquí donde las sutilezas del grabado comienzan a tener un profundo valor, difícilmente transmisibles en otra instancia distinta a la in-corporada, mano con gubia, piedra con lápiz, buril en cobre. Es en ese proceso donde el aprendizaje puede entonces mezclarse con el olor a tabaco, o el de tostado de café porteño, o conlleva a que evitemos el rodillo que hace un chirrido al entintar, que logremos utilizar el mejor lado del pañete o sepamos precisamente cuál es la medición para imprimir una plancha en esa prensa. Y así, en el taller cada quien tiene su lugar de trabajo, sus horarios predilectos, su herramienta favorita, es un espacio que genera un sentido de pertenencia, y donde sus objetos están también cargados de significado.
La relevancia de la transmisión generación tras generación de procedimientos, recetas y modos de hacer han estado desde la primera imprenta, donde adolescentes y jóvenes eran recibidos al alero de un maestro para comenzar su formación, a cambio muchas veces de un escueto salario, algo de comida y techo. Y si con el pasar de los años su oficio lo permitiese, les otorgaba una posibilidad de independizarse y formar su propio taller² . Sólo refiriéndonos al grabado calcográfico, hay una distancia de más de dos siglos entre las primeras estampas –en el primer tercio del siglo XV–, y la aparición de un primer manual con las instrucciones para su realización, en 1645 con Abraham Bosse, quien con un impecable tratado con 19 estampas enseña las técnicas de aguafuerte y grabado a buril, junto a otros procedimientos tan importantes como el afilado del buril o ahumado de la lámina. Esta diferencia entre la aparición de una técnica y su posterior sistematización en una publicación, sustenta la idea de la transmisión intelectual-manual de la disciplina enraizada en el taller. 200 años de circulación oral y manuscrita de aquellos saberes es algo esencial a considerar.
Así como la matriz se afecta, las personas dedicadas a compartir esta disciplina inciden de alguna u otra manera en quienes aprenden en colectividad. Si el grabado como práctica sigue vivo y no es sólo considerado un oficio del pasado o en peligro de desaparición es en gran medida porque quienes lo cultivan han dedicado o dedican parte de su quehacer a la enseñanza. En aquel camino de compartir, es donde van también apareciendo nuevos modos y perspectivas del grabado, imaginarios y posicionamientos. Desde los gremios del renacimiento, las uniones obreras de imprenteros de la pujante industrialización, colectivos y agrupaciones contemporáneas de grabadores tal como la red Menos Tóxico Latinoamérica–que paradójicamente funciona mayormente de manera virtual–; redes donde la consideración de una comunidad y el intercambio de saberes es crucial.
Es reconfortante saber que este saber/hacer está en constante transformación y desarrollo; si sabemos que en algún momento la litografía fue la tecnología de punta y que modificó la creación de imágenes de la época, queda entonces por imaginar cómo las nuevas tecnologías contemporáneas interpelan la práctica y cómo éstas entran (o no) al grabado. Así también, cómo la conectividad tecnológica puede ser un factor que potencie y mantenga la fervorosa trama de personas que gozan y viven por el grabado.
¡Feliz día grabadoras/es!
1 Me refiero a la publicación Pasión del grabado: 80 años. Taller de Carlos Hermosilla Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar de José de Nordenflycht y la investigación y recopilación de escritos Pasión de Enseñar, pensamiento pedagógico, en torno a la pedagogía de Gabriela Mistral realizada por Pedro Pablo Zegers, publicado en 2017 y que como linda sincronía está ilustrado con estampas de la grabadora Roser Bru.
2 Goldstein, Carl. Print Culture in Early Modern France: Abraham Bosse and the Purposes of Print. Cambridge: Cambridge University Press, 2012.
Figura 1. Abraham Bosse, [ilustración primera parte]. De la manière de Graver a l’eau forte et au burin et de la gravûre en manière noire….1745, aguafuerte, huella de la lámina 95 x 66 mm, sobre papel verjurado de 110 x 190 mm. París. Consultado en Biblioteca BNE, inv ER/5310. Fotografía de la autora.
Figura 2. Abraham Bosse, [ilustración segunda parte]. De la manière de Graver a l’eau forte et au burin et de la gravûre en manière noire….1745, aguafuerte, huella de la lámina 92 x 75 mm, sobre papel verjurado de 110 x 190 mm.París.Consultado en Biblioteca BNE, inv ER/5310. Fotografía de la autora.
Renata Sagredo Osorio
Es licenciada en Arte de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y Máster en Historia del Arte de la Edad Moderna, en la Universidad Autónoma de Madrid. En 2014 crea el Taller La Veta, espacio dedicado a la producción, difusión e investigación del grabado, actualmente radicado en Valparaíso, Chile.